Naranja y flor de naranja simbolizan bienvenida, dedicación y sentido de servicio, que evoca de forma inesperada el viaje de los portugueses de todo el mundo. Incluso hoy en día, a lo largo de la cuenca mediterránea, el naranja se entrelaza con Portugal: Piamonte es portugaletto, en el Kurdistán es portughal, Albania portokale, Grecia portugales.
De hecho, hace mucho tiempo que el naranjo había llegado de los confines de China al Mediterráneo por la mano de los comerciantes musulmanes. Pero habrá sido el portugués que en el siglo XVII, trajo un nuevo tipo de naranja Macao o, más simplemente, una técnica que ha aumentado su grado de dulzor. De pronto la nueva naranja se volvió codiciada, diseminándose por los cuatro rincones del mundo y sustituyendo, poco a poco, a las otras especies tradicionales.
Ribadouro es tierra paradisíaca, salpicada de mil colores, donde entre el verde de los árboles resalta el colorido de los naranjos pendientes de los naranjos de troncos robustos y ramarias frondosas, aglomeradas en puntos dispersos por entre poblados, ceñendo casas y adornando leñas.
En la primavera, los naranjos se cubren de flores blancas, altas como la nieve, cosechadas para tocados de novias y cuyo perfume se derrama por la vertiente de la ladera hasta el río.
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Los naranjos de la Pala aguantan sus frutos casi todo el año.
Antiguamente, los habitantes vivían de ellas. Sobre ellas, Alves Redol escribió: «Son como bolas de oro puestas en los árboles para una leyenda de hadas. (...) Y los hombres viven tanto de ellos que les hicieron un monumento vivo - un naranjo envuelto por un banco de piedra ... ». De este monumento vivo, erigido en una rotonda a la que dieron el nombre de "Redondo da Laranjeira", sólo queda el recuerdo, dado que fue sumergida por las aguas del Duero después de la construcción de la represa de Carrapatelo.
El apeadero de la Pala y la estación de Mosteirô fueron, durante muchos años, debido a la naranja, parada obligada para comerciantes y particulares en busca del afamado fruto que enriqueció a mucha gente de la tierra.
El llenado de la albufera de la represa de Carrapatelo que vino a sumergir gran parte del área de cultivo de la parroquia, asociada a la fuerte internacionalización de los mercados, dejaban prever que el cultivo de la naranja perdiera expresión como fuente de rendimiento económico y ocupación principal de sus habitantes. En el caso del barco rabelo, también los naranjales de la Pala sucumbir al progreso.
Pero las naranjas, aunque en mucho menor número, continúan como siempre fueron: frondosas, rellenas de bolas de oro, dando al paisaje una belleza singular que fascina quien por esta aldea pasa.
"Por las Tierras de Riba Duero", Marco Pereira
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