Hasta los mediados del siglo. XX, la panadería era una realidad mucho más ciudad de lo que es hoy. En el campo, en las aldeas, el pan que se comía era la broa, el pan oscuro, que se hacía con bastante regularidad en casa, para consumo propio. Había todavía quien la hiciera esta broa o boroa diariamente, no sólo allí para casa, sino también para vender a la vecindad. El pan blanco, de trigo, era considerado un lujo y sólo los ricos lo consumían. En los campos, se cultivaba maíz y centeno. Por eso, eran éstos los cereales con que se hacía la broa.
La limpieza de la masilla o gamela (hay todavía quien le llama tablero, aunque éste es el término menos común) es la primera tarea para hacer la deliciosa broa, usando una pequeña pala para el efecto. El agua y el jabón son enemigos naturales de tan bella pieza de madera.
Broa mediada, terciada o quartada, era el nombre de la broa, dependiendo de la variedad de cereales con que se hacía. Se cierra la harina dentro de la masilla y se va a buscar la maldición con la levadura, llamamos nosotros el creciente, es decir, la masa que creció, sobró, desde la última vez que se hizo la broa allí en casa. Con un cuchillo se corta y se retira la dura corteza que el creciente ganó por encima. Se agrega a la harina, se añade agua caliente y fría, y un puñado de sal. Se empieza a amasar. Lentamente, muy despacio. Y lentamente la harina se va transformando en una masa cada vez más blanda, que hay que amasar, amasar hasta que el "sudor aparezca, encharcar y escurrir" (Ver, António Mota "A la Rueda del Pan).
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Se junta la masa, se marca una cruz, con la mano en cuchillo. Manda la tradición a bendecir la masa que ahora va a levadura. El tiempo de la levadura depende de casa a casa. La broa no tiene todo el mismo sabor.
Sin embargo, tenemos tiempo para preparar el horno. No se puede colocar la leña de ninguna manera, si no hay suficiente oxígeno, el humo apaga la hoguera. Cuando la blanca está a la puerta, es decir, cuando las piedras de la puerta quedan blancas bajo la acción del calor, el horno está listo. Se quitan las brasas del horno con la pala de hierro, y se barre el interior con una escoba de giesta o incluso de mimosa.
Pero antes de la broma, vamos a hacer el pastel. Se asperja la tetera y la paleta de horno con harina. Se acostó la masa en la tendedera, se arroja la masa al aire, ella rueda y golpea en el fondo de la masilla. Después de tender la masa, de unirla, se coloca en la pala del horno. Se moldea la masa de forma que quede baja y circular, añadiendo ahora los bocados de embutidos ya previamente cortados. Con cuidado y con la ayuda de la pala, se colocan los pasteles en el horno y se espera que estén listos.
Las mismas tareas se hacen para la broa: espolvorear la tetera y la pala, tender y colocar la masa en la pala. Esta vez no se plantilla la masa. A medida que cae en la pala, es con la forma en que se acuesta en el horno. Se tapa el horno con barro, masa, ceniza o tierra. Antiguamente era con bosta de buey. Se espera hasta que la broa se cocida, obteniendo su tono de miel.
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