Antes de iniciar el recorrido por la Sierra, sugerimos una visita a la sencilla aldea del Castillo, cuyo nombre evoca aún la memoria de la fortificación medieval desaparecida. En la cima del monte, junto a la Capilla de la Sra. Del Castillo, se conserva un friso pre-románico del templo medieval. De ahí se contemplan vastos horizontes sobre el valle del Fornelo y las laderas del Marán.
Retomando el recorrido y subiendo la Sierra, se deparará con dos dólmenes del conjunto megalítico de la Serra da Aboboreira. El primero, denominado Furnas 2, se encuentra en una pequeña elevación, teniendo a partir de él una amplia visibilidad, observándose al norte y al nordeste la Serra do Marão. Se trata de un dolmen cerrado, que integra el primer momento de construcción de este tipo de monumentos en la Serra da Aboboreira: entre finales del V e inicio del IV milenio AC El segundo, Chicas del Crasto 3, integra ya un segundo momento constructivo que ocurrió en los inicios del IV milenio AC. Las dimensiones modestas y la losa de cubierta atribuyen a este monumento una cierta gracia.
Más adelante se enfrenta a la "Piedra del Sol", batacoito granítico que, por encontrarse aislado, funciona naturalmente como un reloj del sol. Este factor ciertamente influenció la designación que le fue atribuida por los pastores de la Serra da Aboboreira.
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Los lugares de visita obligatoria, a lo largo del recorrido, son los aglomerados rurales de montaña - Aldea Vieja, Aldea Nova, Pie Redondo - expresión singular del poblamiento en altitud, de patrón concentrado que contrasta con la diseminación en pequeños lugares típicos de las tierras bajas. Conservan una arquitectura tradicional característica, frecuentemente polarizada en una era común involucrada por conjuntos de espirales.
La utilización racional de los recursos disponibles es evidenciada por los caminos tradicionales, que a menudo sirven de donde el agua pasa antes de llegar a los campos. Una forma tradicional de abonar los terrenos, lavando las aceras de los excrementos que el ganado deja al pasar en los caminos de las aldeas. De esta forma, los agricultores tradicionales transformaron un ambiente urbano, poco apetecible, en un hábitat de alto interés ecológico. La diversidad de plantas que se encuentran en estos caminos agrícolas del interior rural es el notable testimonio de que el Hombre y la Biodiversidad no son incompatibles. La chupadeira, el urtigón y el poejo son sólo algunas de las plantas que puntuan esos caminos.
En estas aldeas es frecuente encontrar la golondrina de las chimeneas, cuya presencia es bien tolerada por las poblaciones, ya que este ave se alimenta de los insectos indeseables, muy comunes en zonas con ganado. En la envolvencia de las aldeas se observa una cintura de huertas, lameiros y campos agrícolas, que tiende a disminuir por efecto de la desertificación del interior rural. En los lameiros, verdaderos repositorios de diversidad vegetal, podrá encontrar gramíneas vistosas como el heno de olor, la hierba-lanzar o la hierbas.
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